Como el
“cerebro” es así,
uno va ligando los acontecimientos, tanto los trascendentales como los más cotidianos en
la ciudad. Sus lecturas con sus vivencias, sus satisfacción con sus
estupefacciones. El domingo pasado murió el filósofo Hilary Putnam, esta semana hubo un paro de
taxistas en Bogotá
e Ibague y yo terminé
de leer el hermoso libro “El aroma del tiempo” del filósofo chino
Byung-Chul Han. Nada más inconexo para una terca relación, pero el
cerebro es así,
así es también un
poco el corazón
con todas las relaciones.
Comienzo por la
mitad. El “paro”, que terminó siendo una peligrosa muestra de hasta donde puede
llegar la violencia urbana por ausencia de lo público, marca una triste pelea ya perdida, la resistencia de taxistas tradicionales a la
inevitable entrada de la tecnología y al paso de las nuevas economías urbanas, su
pintada de otros taxis que no se unieron a la protesta, pinchada de llantas y
rotura de vidrios son muestras desesperadas, son hachazos contra el computador
para defender el Abaco mientras las instituciones públicas intentan entender el
problema para “regularlo”. Ya lo decía Deleuze, el Estado se hace bastante inútil
en su trabajo de sobrecodificación mientras el mercado descodifica.
Pero ¿por qué afecta tanto
esto a la ciudad?, porque los taxis, los Uber, los ZipCar o los Lyft compiten
por una relación
con el tiempo urbano. Los taxis y similares no solo son los trasportes públicos que
buscan evadir los tiempos tumultuosos e incómodos de otras formas de transporte
masivo, si no a la vez es una competencia por calidad del tiempo. Los buenos
modales, los aromas agradables, los comportamientos cívicos al
volante parecen ser el gran contrincante contra la sencilla forma de pasar
semáforos en rojo, la alternativa a la simple lucha contra el tiempo de la
ciudad a la que se apostaba con los taxis tradicionales. La ciudad imponen los
tiempos y los ciudadanos los retamos, los taxis se habían mostrado como los aliados
en ese reto pero este arcaico modelo hace agua y llega la tecnología a marcar
su territorio, lo interesante de esto es que los atributos del competidor
muestran que la gente no solo quiere correr sino que quiere disfrutar el
tiempo, si no sonara a sacrilegio contra la productividad diría que incluso la
gente quiere demorarse. Tal como son las luchas posfordistas los taxistas
pelean contra un fantasma, no es contra otros conductores o contra coches
pintados de blanco, parece un chiste de mal gusto pero pelean contra una
“aplicación”, se podrán tardar algunos meses o hasta años pero es una pelea
perdida.
Pero vuelvo a
decir, el problema no esta en esa pelea, el problema es nuestra relación con el
tiempo en la ciudad. El tiempo en la ciudad ya no es un encadenamiento
particular de acontecimientos sino una pulsión por amontonar todo en un
presente que debe resolverse. Los atascos en el tráfico son un pálido reflejo
de lo que es el “atasco” de presente. Todo se acumula en el presente y esta
prohibido demorarse. La pulsión lleva a la realización de múltiples presentes simultáneos
con exceso de posibilidades de conexión que abren cada vez más direcciones
posibles. He ahí la tragedia, el acumulado de presente pide resolver,
“aprovechar el tiempo”, pero a la vez acumula opciones que dispersan y tientan
a “perder el tiempo”.
Byung-Chul Han
invita a demorarse, a ser, “Solo el ser da lugar al demorarse, porqué está y
permanece” si somos tiempo debemos ser capaces de dar una duración, de luchar
contra la caducidad de las cosas, de las relaciones y de los acontecimientos.
Finalmente vale
la pena resaltar que de los muchos aportes de Putnam a la filosofía analítica y
al pragmatismo, el que suele resaltarse más es su ejemplo de los cerebros en
una cubeta. ¿qué nos garantiza que después de todas las carreras en taxis o en
Uber, de todas las tareas para resolver los atascos del presente, al final no
seamos más que cerebros en una cubeta a los que alguien les esta haciendo
pensar que está terminando de leer un blog bastante desordenado? No se si las cubetas son los amarillos, los blancos o nosotros mismos, pero lo cierto es que hay que
recuperar nuestra relación con el tiempo de la ciudad, con nuestro ser-tiempo
en la ciudad, los otros que se sigan peleando.